LLUIS LLACH
“Más que un cantante a veces parezco un oráculo de desgracias y protestas”
La programación del Palacio de Festivales propone para esta noche un recital de Lluis Llach. El poeta y periodista Francesc-Marc Álvaro dice de él que “viene del tiempo nebuloso de los falsos viejos, que desandan el calendario y pierden años cada vez que soplan las velas de una tarta”. Tiene cincuenta y cuatro años y se considera un viejo joven. Y desde sus canciones de hace tiempo descubrimos lo actual de sus textos en un pacto por rejuvenecerlas ahora que vuelven de su mano –y voz- a los escenarios.
Hace unos días tuvo que suspender su concierto en Burgos, “son los achaque” nos dice, “de una temporada muy dura de viajes y kilómetros; hay momentos en los que la biología manda parar”. Y es que si repasamos su agenda descubrimos que nada tiene que envidiar a las de los artistas que arrastran jovenzuelas ‘desmayadizas’ en los número uno en ventas de las radio fórmulas. Decenas de recitales en apenas tres mes.
En esta gira, titulada Jocs –juegos- presentará media docena de los nuevos temas de su último trabajo discográfico, pero además “nos sirve para repasar algunas canciones que tengo muchas ganas de volver a cantar por cuestiones anímicas y ambientales que me rodean” nos dice. “He aprovechado para replantear los arreglos de estos temas: como me gusta decir, les hago vestidos nuevos”.
Lluis Llach habla pausadamente, ofreciendo respuestas a nuestras preguntas ricas en matices y llenas de contenido, igual que con sus canciones. “El ser humano no puede renunciar a la sensibilidad y a palabras como solidaridad o bondad” nos dice cuando le preguntamos sobre los tiempos que corren, por si son malos para la lírica. “La música sirve para laminar asperezas y buscar confluencias a través de situaciones y actualmente está claro que estamos necesitados de mucha solidaridad y bondad”.
Unos instantes antes de comenzar nuestra charla con el cantautor de Verges todas las cadenas de televisión habían congelado su tiempo para centrarse en una escena en la que un grupo de personas trataban de derrocar una estatua de Sadam Husein, me acuerdo de una de las letras de Llach, L’estaca (Si tiramos fuerte, la haremos caer.Ya no puede durar mucho tiempo. Seguro que cae, cae, cae,pues debe estar ya bien podrida). No deja de parecerme una paradoja. “Creo es que es una lástima que tirar una estatua de Sadam hay acostado tantas vidas”, nos confiesa Lluis Llach. “Creo que las sociedades civilizadas han de llegar a estos resultados por otros medios, medios que no sean la muerte, la destrucción o el colonialismos. Que duda cabe de que Sadam, desde hace muchos años, es un asesino, pero ¡qué pena que para liberar un asesino se mate a miles y a decenas de miles o a más si es necesario”.
Cometo el pecado, espero que venial, de seguir indagando cuestiones sociales en esta charla. Pero Llach es muy sincero al respecto, “tengo ganas de hablar como músico. Más que un cantante a veces parezco un oráculo de desgracias y protestas”. Y es entonces cuando nos cuenta de su “absoluta pasión por la música”, de la forma en la que “iba para repelente estudiante de piano” y como “en un colegio en el que no había piano cambió las melodías que hacía con su mano derecha en el sonido de su voz y el acompañamiento de la izquierda en guitarra. Me convertí en un proyecto de cantautor”. Y tras treinta y cinco años en el mundo de la música, “además de los contenidos, las letras y los aconteceres la motivación que más anida en mi es el placer de la música y de la comunicacón”.
De sus recitales parece haber desaparecido L’estaca para reaparecer otros temas de los de antaño como La gallineta. “Me gusta porque la letra es políticamente incorrecta -La gallina ha dicho que ya hay bastante. Viva la revolución-, ya que habla de la explotación de seres humanos en un momento en el que estas palabras son tratadas casi de terrorismo” nos confiesa, pero “además necesitaba una canción rítmica, con fuerza, que me sacase de otro estilo de canciones por lo que también hay motivaciones musicales”.
En el inventario de todas sus canciones encontramos más de 150 título. “Yo nunca las había contado, y creo que no las soportaría todas”, bromea. “Creo que hay algún fan por ahí que las escucha todas, yo no sería capaz. Lo realmente hermoso de este trabajo es que tras cada canción está la vivencia del tiempo y las circunstancias, acumuladas desde que comencé a cantar allá por el 67.
En su discografía también aparecen algunos trabajos de música para la imagen, con bandas sonoras para producciones como ‘La Forja de un Rebelde’ o ‘Le voleur d'enfants’. “Es un trabajo que me fascina, estar al servicio de imágenes. Soy un amante perdido del cine, de la imagen, pero el proyecto me ha de interesar. Hace tiempo que no me ofrecen una idea seductora” nos dice, aunque si logran enamorarle con una propuesta “caerá de nuevo en la tentación”.
Hace unos años, a mediados de los años noventa, pareció surgir en nuestro país una nueva generación de cantautores que parecían venir a ocupar el lugar de los surgidos a finales de los años 60. Pero a día de hoy todo aquel resurgir parece detenido y los nombres de los ‘viejos’ –con perdón y con cariño- intérpretes siguen siendo lo que más suenan.
“El cantautor ‘moderno’ es un producto industrial”, nos dice Lluis Llach al respecto, “y eso se ha de tener muy en cuenta. La incidencia de la industria sobre el género es muy fuerte. Hubo una época en el que la industria consideraba a los cantautores como gente rentable –no solo en España sino en todo el mudo-. Pero en los años 70 la relación de la figura del cantautor con la industria se hace muy difícil. Se prepara una relación con el mercado muy rápida y masiva y el cantautor es de obra larga. No hacemos canciones sino que hacemos obras, por lo que nuestra figura entra ‘malamente’ en los esquemas de la industria.” Este maleficio se rompe en los noventa, con nombre como Javier Álvarez, Pedro Guerra, Ismael Serrano, Rosana... “Esta hornada llega por la necesidad de una música distinta”, continua Llach. “Estábamos hartos de la música de consumo rápido y fácil. Hay veces en las que la gente joven agradece la inflexión y la reflexión”
Pero una vez que la moda ha funcionado y la gente queda satisfecha en sus nuevas necesidades, “volvemos a entrar en un lugar en el que el papel del cantautor es difícil. Tal vez ahora, ante este vacío salgan nuevos nombres, aunque siga existiendo un gran problema de relación entre nosotros y la industria: no de venta, sino de encaje. Al cantautor le cuesta dejarse manipular, ponerse al servicio de lógicas de marketing o hacer canciones para que se vendan sin más. Las hace para expresar sus mundos interiores”, y claro está, “todos esto es difícilmente digerible para las casas de discos que se lo pasan mucho mejor con ‘operaciones triunfales’ donde el intérprete, por la situación que sale al mercado, ha de decir de sí a todo”.
Como ven, sincero con palabras como sincero sonará, esta noche, con su música. Los Juegos –Jocs- de Lluis Llach en el Palacio de Festivales a partir de las 20:30 en la Sala Argenta. Y el domingo, responderá a nuestras ‘Preguntas Indiscretas’ en la sección ‘De Música’.
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