ENTREVISTAS REALIZADAS POR EL MUSICÓLOGO GUSTAVO MORAL ÁLVAREZ

viernes, julio 29, 2005

ALBERT ATTENELLE

“Buscamos a alguien capaz de dejar huella en el oyente”, nos dice Albert Attenelle, pianista y miembro del jurado del XV Concurso de Piano de Santander Paloma O’Shea.

El Concurso Internacional de Piano de Santander Paloma O’Shea no sólo trae a Cantabriaun buen número de futuras promesas del piano participando en la competición. También nos presenta un jurado integrado por grandes músicos y primeras figuras de la interpretación pianística que, bajo la dirección del, permítanme la redundancia, director de orquesta Ros-Marbà, tienen en sus manos la tarea de buscar, que no implica encontrar, un Gran Premio para esta XV edición.

En la primera jornada de “reflexión y descanso” que se produjo el pasado jueves, entre el final de la primera fase y el comienzo de la segunda, algunos de los miembros del citado jurado acudieron a visitar Santillana del Mar, la neocueva de Altamira o a la corrida de rejones en el Coso de Cuatro Caminos. Pero para el pianista y pedagogo catalán Albert Attenelle no hay momento para el respiro y quiso aprovechar este día para ensayar su próximo concierto, “toco a mediados de agosto la Suite Iberia de Albéniz, y eso no te permite ni un solo descanso”. Al comienzo de la jornada nos encontramos con él en el Hotel Real donde se hospedan los miembros del jurado y arrancamos unos minutos de su tiempo para hablar, claro está, del concurso.

“A veces es inevitable usar la palabra competición”, nos dice el pianista catalán cuando nosotros empleamos ese término en nuestra pregunta. “De hecho lo es en parte, pero no se busca a quien va más rápido o al que toque más fuerte sino a un verdadero músico. Hay momentos del concurso que sí son una competición, como las eliminatorias, donde se discierne quienes serán futuros instrumentistas con algo que decir en la música”. Los concursos, para Attenelle, “siguen siendo una herramienta imprescindible para dar a conocer a la gente, son descubridores de talentos.”

La búsqueda del jurado, para Albert Attenelle, está centrada en “alguien con la solvencia instrumental de primer orden que además sea artista: que cuando actúe comunique no sólo reproduzca. Se puede excusar un fallo pero no que una actuación no tenga un significado, capacidad de comunicación e interés artístico. Hay músicos con una preparación técnica admirable pero que no causan mayores huellas y buscamos a alguien capaz de dejar huella en el oyente”. Aunque entre los miembros del jurado, “cada cual, con su criterio, actúa y decide”. Las votaciones son secretas y únicamente dos personas tienen toda la información, una medida que da limpieza al proceso y evita que se creen favoritos. “No sabemos ni tan siquiera los que han pasado cuantos votos tenían, no hay que condicionarse por nada”.

El propio pianista sabe perfectamente lo que es presentarse, y ganar, un gran concurso. En su palmarés encontramos, además de premios en Río de Janeiro o Portugal, la distinción más alta lograda por un músico español en el prestigioso Reine Elisabeth de Bélgica. “Desde que yo era concursante, lo único que parece que ha cambiado es el número de gente que se dedica a tocar instrumentos”, nos dice refiriéndose al “despertar de China” y de otros muchos “países que entonces estaban de espaldas a la música occidental”. Una incorporación de “estudiantes disciplinados” en lo que a número se refiere, pues “la esencia de un concurso sigue siendo la misma, cazar talentos y buscar a los que en el futuro puedan llenar huecos y aportar presencias importantes”. Comparando ambas situaciones, la de concursante y la de jurado, nos dice que “son radicalmente distintas”, pero “las dos son incómodas. Cuando eres participante el trabajo de meses pende de un hilo y te lo juegas en un instante, de jurado pesa la responsabilidad porque te acuerdas de tu experiencia y piensas que un voto te puedas cargar mucho trabajo”.

El concurso de Santander es uno de los más importantes del mundo, según Attenelle, una categoría que se obtiene gracias a muchos elementos como “la selección del jurado que se encarga de difundir la calidad del concurso, logrando que haya más participantes interesados y de mejor nivel. Es una bola de nieve que si se empieza bien acaba mejor”.

En las primeras jornadas del concurso, abiertas al público, el siempre respetable ha sido protagonista por diversos motivos. Por un lado gracias a su constante presencia y apoyo, por otro, menos afortunado, por ciertos teléfonos móviles sonando o salidas de sala muy a destiempo. “Es un mal inevitable”, afirma Attenelle. “Estoy sorprendido de ver la participación de la gente y a pesar de algún incidente, la devoción con la que siguen las pruebas. Es un porcentaje mínimo el de alguien que se despista o que tiene ganas de marcharse, en cambio los beneficios son muchos, se crea en la sala un ambiente de concierto en lugar del de una competición”.

Además de intérprete Albert Attenelle dedica gran parte de su tiempo a la docencia. Muchos son los pianistas que se han formado junto a él, siendo fundador y director de la Escola de Música de Barcelona. “La enseñanza es un complemento absoluto a mi carrera”, nos dice al respecto. “Lo que vamos absorbiendo a lo largo de los años tampoco tiene que ser para uso y disfrute particular sino que tiene que ser algo que pasemos a otras generaciones. He conocido grandes maestros que han dedicado parte de su tiempo a pasarme información, ánimos y entusiasmo”, comenta refiriéndose a Frank Marshall, que le trasmitió el legado de la escuela calata que se remonta a Ricardo Viñes y Enrique Granados. “Soy una pieza más de este engranaje y trato de trasmitirlo a aquellos que se acercan a mi aula. Hay pocos artistas que omitan este tipo de trabajo”.

Una obligación que él también tiene contraída para con la música contemporánea. “Hemos de difundir la música de nuestra gente. Si yo doy un concierto, ¿porqué un compositor no va a poder mostrar su obra?”. De hecho él fue el responsable de la primera audición de la ‘Música callada’ de Mompou o de interpretaciones de los conciertos para piano y orquesta de Luis de Pablo, Gerhard o Montsalvatge. “He intentado estar cerca de ellos. Los compositores son los primeros que te abren los brazos, pero sigue habiendo un rechazo considerable en muchos estamentos del público hacia esta música”. Como ejemplo nos pone una situación bien reciente. “Mi mujer está aquí en Santander y acude al concurso como público. El otro día me comentaba divertida que un grupo de señoras decían que iba a escuchar la siguiente pieza y que después se marcharían pues venía la ‘obra contemporánea’”.

Para Attenelle parte de la culpa de esta separación entre la música contemporánea y el público está en la propia historia de la composición. “La creación siempre ha ido por delante de la sociedad y la música ha sufrido decenios de aislamiento e incomprensión y en parte se lo ha buscado. Los promotores de conciertos quieren llenar las salas y según lo que toques o no se llena la sala o la gente no sale contenta. Esto para un intérprete es perjudicial pero también hay que comprometerse y no tocar únicamente a Brahms o a Beethoven”.