RICHARD WATKINS
“La trompa es el alma de la orquesta”, dice Richard Watkins en su primera participación en el Encuentro de Música y Academia
Richar Watkins es uno de los instrumentistas de trompa más importantes de su generación. Desde la pasada semana interviene, por vez primera, como profesor en el V Encuentro de Música y Academia además de sumarse como intérprete en algunos de los conciertos que estamos presenciando en la Sala Argenta del Palacio de Festivales.
“Es mi primera visita a Santander, pero ya conocía la Escuela Superior de Música Reina Sofía de Madrid, por lo que mis expectativas respecto al encuentro eran de encontrar algo realmente importante”, nos dice al comienzo de nuestra entrevista. Nos encontramos en el Palacio de Festivales y en la sala contigua a la nuestra una alumna del profesor de canto Tom Krause hace ejercicios de calentamiento vocal antes de su lección magistral. “Aquí estoy trabajando estos días con un grupo pequeño de cuatro alumnos”, prosigue, “y eso es algo muy bueno. Normalmente, en cursos de verano con orquesta jóvenes, tienes que trabajar con grupos mayores y de esa forma es difícil que todos queden contentos y que tú puedas ocuparte de muchos detalles en su enseñanza”. Aquí, en Santander, además tienen la oportunidad de compartir “tiempo social” con sus alumnos, incluso el profesor Watkins pasa estos días junto a su esposa e hijos con los que acude a todos los conciertos, “con programas muy interesantes y una calidad musical extraordinaria. Esta combinación en el escenario de profesores y alumnos es una idea maravillosa que debiera hacerse con más frecuencia”.
Richar Watkins ha venido a este Encuentro con “la mente muy abierta”. De entre sus estudiantes uno es alumno habitual en sus clases de Londres, otro viene de su misma ciudad y los otros dos de Polonia y Hungría, respectivamente. “Es muy interesante el aspecto ‘internacional’ de este encuentro, se aprende mucho de las características de cada alumnos, de su aprendizaje previo. Además”, prosigue el profesor de trompa de la Royal Academy of Music, “es bueno para todos los participantes las cantidad de conciertos a los que acuden también como público. En Londres mis estudiantes puede que se acerquen a un conciertos sinfónico para escuchar un solo de trompa, pero son algo ‘ciegos’ respecto al resto del panorama musical. No acuden habitualmente a escuchar música de cámara pero aquí la asistencia a los conciertos se produce de forma natural, está dentro del ambiente”.
Considera que su instrumento tiene algunas características negativas a la hora de “convencer” a un futuro estudiante de música. “Su repertorio es limitado, tanto en música de cámara como piezas solísticas. Todo el repertorio cabría en un maletín, en cambio las obras para, por ejemplo, violín, ocuparían habitaciones enteras. Pero el que acaba dedicándose a estudiar la trompa lo hace convencido por su sonido. No quisiera ‘competir’ con otros profesores, pero su sonido es el más cercano a la voz humana en lo que a color y calidez se refiere. Como dijo Schumann, la trompa es el alma de la orquesta”.
Este músico, afincado en Londres pero que ha trabajado bajo las batutas de directores de la talla de bajo las batutas de Giulini, Sawallisch, Slatkin, o Sinopoli, tiene una especial vinculación con la música contemporánea, habiendo estrenado obras de Sir Peter Maxwell Davis, de Nigel Osborne o Colin Matthews. “Me gusta apoyar y promover este tipo de repertorio”, nos dice al respecto al tiempo que la soprano vecina realiza sus ejercicios en las dinámicas más elevadas, “pero hay algún problema con esta música. Estrené una obra en el Brabican Theatre de Londres” –nos dice el pecado pero no el pecador- “y tras la audición muchos de mis colegas vinieron a felicitarme admirados por la dificultad de la misma, por sus agudos, sus graves, la velocidad de ciertos pasajes... Pero cuando les pregunté si les había gustado la obra su respuesta fue, tras dudarlo un instante, que realmente no. Como intérprete tienes que creer un cien por cien en lo que haces, pero siempre que toco esa pieza sucede lo mismo, y la reacción del público es la misma que la de mis colegas. En cambio hay otra obra de Colin Matthews con la que estuve de gira por el norte de Inglaterra, una zona muy conservadora con sus gustos musicales. Tras su estreno, un par de semanas después, acudí a Nottingham y, antes de comenzar el concierto, encontré que había gente en el público que ya conocía de semanas atrás. Cuando les pregunté me dijeron que habían vuelto para escuchar de nuevo aquella obra, les había parecido fantástica. De cada diez obras, si tengo la suerte de que con una me suceda esto mismo me puedo convidar un afortunado. Además, seguro que en poco tiempo esa obra pasa a formar parte del repertorio”. Desafortunadamente nos dice que hay pocas composiciones así, recomendándonos el concierto para trompa de Oliver Knussen como ejemplo de buen hacer.
De la situación actual de la música clásica nos habla del esfuerzo que se realiza para buscar nuevo público mediante grandes espectáculos de música culta en parques. “Es una buena forma de abordar el problema. Se ofrecen fragmentos cortos, como si fuera música pop, del repertorio clásico. Pero también hay que introducir piezas de mayor duración, y ver si de entre cien mil espectadores hay un porcentaje, por pequeño que sea, que disfrute con ello”. Nos narra entonces el momento en Inglaterra se celebró la Copa de Fútbol del año 1990. “La sintonía oficial de este evento era el ‘Nessum Dorma’ de Turandot, y mucha gente quedó fascinada con esa música. Después un productor montó la ópera completa, pero la gente acudía a ella para escuchar únicamente esa parte, por lo que se decidieron a colocar sobre el escenario un reloj en el que se mostraba la cuenta atrás hasta el momento en el que sonaría el famoso aria. Imagino que muchos mirarían sólo al reloj, pero algunos acabarían disfrutando y conociendo la ópera completa”.
“Muchas de la música clásica en Inglaterra está en manos de pequeñas sociedades”, nos dice como conclusión, “por lo que hay ciertas personas que sienten distancia o miedo por este repertorio. Lo opuesto serían los Proms, conciertos que se desarrollan desde julio a septiembre y a los que acuden mucha gente joven, es muy ‘cool’ ir a estos conciertos y la música que se ofrece es muy buena. Es imposible encontrar una entrada para estos conciertos, siempre llenos, por lo que tal vez sea posible educar y encontrar nuevo público”.
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