PETER WISPELWEY
“Si perdemos el pasado, la nuevas generaciones se ahogarán en el desconocimiento”
nos dice el violoncellista holandés Pieter Wispelwey, que el próximo viernes ofrecerá un concierto en el Palacio de Festivales.
La música clásica regresa a la programación del Palacio de Festivales esta semana. Y lo hace con la presencia del prestigioso violoncellista holandés Peter Wispelwey acompañado al piano por Dajan Lazic en un concierto que promete el encuentro con uno de los solistas más internacionales del momento. Ya ha recibido el calificativo de ser “uno de los mejores de su generación”, y su intensa actividad concertística por todo el mundo así lo parece confirmar.
Wispelwey habla con nosotros desde su residencia en Holanda. La mañana apenas acaba de comenzar y su voz se nos antoja fresca y relajada a pesar del largo viaje que acaba de realizar tras actuar en Los Ángeles y México. Probablemente el ‘jet lag’ aceche a este músico que pasa gran parte de su tiempo subido en aviones y recorriendo el mundo para actuar con orquestas como la Netherlands Radio Philharmonic, la de la Radio Nacional Polaca, la Sinfónica de Praga, la Filarmónica de Japón y Copenhagen o la Filarmónica de Stuttgart. En unos días volará de nuevo a España para su concierto en Santander, hace apenas dos semanas actuaba en León y a comienzos de año lo hacía en el Madrid junto a la Orquesta Nacional de España y García Asensio.
“Llevo veinticuatro horas viajando”, nos dice en un inglés impecable, “pero soy capaz de dormir y trabajar en el avión. Todo esto es muy intenso y te mueves entre experiencias que también lo son. Cuesta hacer una vida normal, pero solo un poco... Hago una vida que es ‘casi’ normal”, concluye entre risas.
También nos habla del concierto de este viernes en la Sala Argenta, parece que nos está contando una sofisticada receta de cocina en la que cada una de las obras se convierte en ingrediente de la misma. En sus palabras descubrimos las intenciones expresivas que se plantea con cada una de ellas. “Comenzaré con tres obras de Hindemith, escritas por un compositor de apenas 21 años, pero en las que ya da muestras de su genio y talento”, de ellas nos destacó “lo divertido del capricho, el romanticismo extremo de la segunda obra y la potencia de la última”, para pasar a la primera obra escrita por Britten para Rostropovich y que aparece grabada en su último trabajo discográfico: la Sonata Op. 65. “En la segunda parte haremos las Doce variaciones Op. 66 de Beethoven”, escritas sobre ‘La Flauta mágica’ de Mozart. “Son muy refrescantes, como el sorbete del menú”. Como plato fuerte la Sonata para cello y piano Op. 119 de Prokofiev, “también escrita para Rostropovich y que es realmente teatral y espectacular”.
Wispelwey no es capaz de recordar el momento exacto en el que decidió dedicarse al violoncello. “Desde pequeño, creo que tenía tan solo dos años, yo sabía que iba a tocar este instrumento, el propio cello me dijo que yo sería violoncellista, aunque jamás imaginé que me convertiría en un profesional de la música. Cuando eres pequeño este es un instrumento que te impresiona mucho, más que el violín”, bromea.
En el repertorio de este músico holandés se encuentran las grandes obras escritas para este instrumento. “Es algo inevitable y necesario”, nos dice, “debes de tocar tantos estilos como puedas, y aunque decidas quedarte únicamente con obras del siglo XIX, también estarás haciendo música bien distinta”. Desde Bach hasta la música contemporánea, Wisperley ha logrado los elogios de la crítica y público en recitales en los que emplea instrumentos barrocos y modernos. “El músico es como un actor y ha de ser capaz de meterse dentro de pieles diferentes”.
De su compromiso con la música contemporánea nos dice no saber muy bien cual es el camino por el que se desarrollarán las nuevas creaciones. “Nadie puede predecir el futuro a nivel económico, político o, por supuesto, cultural. Depende de los creadores de todo el mundo, es una tarea individual compuesta por tantas ideas personales que nadie puede imaginar lo que sucederá. Supongo que se convertirá en algo global, influenciado por una música mundial, como un cóctel en el que se combinan muchas influencias. Las mejores cocinas son las que mezclar muchos ingredientes, pero yo no soy compositor para poder hablar de este tema”.
Pieter Wispelwey lleva años realizando grabaciones con la discográfica Harmonia Mundi, logrando con muchos de sus discos los más prestigiosos premios internacionales. “Ha sido muy importante en mi carrera”, nos confiesa, “no únicamente en mi comienzo sino también como algo indispensable para poder sostenerla”. Le gusta tener la oportunidad de trabajar en el estudio de grabación. “Se intensifica la relación con la música cuando grabas, has de lograr la máxima perfección en cada segundo, y no exclusivamente a un nivel técnico. Cuando estas grabando no hay comunicación directa con el público”, prosigue, “y el mensaje has de realizarlo dentro de ti mismo. Es un gran reto cada vez, pues no tienes el poder de la presencia física de las personas para las que estas tocando. Pero, aparte de esto, en esencia se trata de lo mismo”.
Quisimos saber su visión, desde dentro de la propia industria, del futuro ‘comercial’ de la música culta. “Hace años nadie sabía muy bien la proyección que iba a tener el CD, y finalmente logró un gran éxito. Ahora el dilema está en imaginar que es lo que puede suceder desde este momento. Sigue habiendo gran curiosidad en el mercado por los grandes autores como Beethoven, Bach o la música barroca, y también existen grandes solistas en nuestro tiempo. Creo que este comercio no desaparecerá y las nuevas generaciones se encargarán de que no ocurra”.
Sobre el público con el que se ha encontrado en sus conciertos, nos manifiesta sentirse preocupado por la situación que se está viviendo en Europa. “Se están cometiendo grandes errores, en Alemania este tipo de música sigue siendo muy respetada pero en el resto de los países está desapareciendo la clásica del currículo oficial de las escuelas, un gran error de los políticos. Es algo decadente, el mensaje que nos trasmiten es que no hay que mirar hacia atrás y que hemos de olvidar lo que aprendimos, valorándose únicamente lo comercial. Existe el peligro, y lo digo de forma literal, de perder el pasado, entonces las nuevas generaciones se ahogarán en el desconocimiento”.
“Te das cuenta cuando viajas a otros continentes del interés que existe en los más jóvenes por conocer la música clásica”, nos dice aludiendo a su reciente estancia en México. “Allí tienen una cultura increíble, a pesar de tratarse de un país pobre y en desarrollo”. También nos dice de los modelos de Japón o Corea, donde encuentra a “una juventud realmente implicada, mucho más que en Europa”. “En España”, continúa, “el caso es bien distinto al del resto de Europa, y se están abriendo muchos auditorios y prestando atención a los intérpretes”.