ENTREVISTAS REALIZADAS POR EL MUSICÓLOGO GUSTAVO MORAL ÁLVAREZ

viernes, julio 29, 2005

ALBERT ATTENELLE

“Buscamos a alguien capaz de dejar huella en el oyente”, nos dice Albert Attenelle, pianista y miembro del jurado del XV Concurso de Piano de Santander Paloma O’Shea.

El Concurso Internacional de Piano de Santander Paloma O’Shea no sólo trae a Cantabriaun buen número de futuras promesas del piano participando en la competición. También nos presenta un jurado integrado por grandes músicos y primeras figuras de la interpretación pianística que, bajo la dirección del, permítanme la redundancia, director de orquesta Ros-Marbà, tienen en sus manos la tarea de buscar, que no implica encontrar, un Gran Premio para esta XV edición.

En la primera jornada de “reflexión y descanso” que se produjo el pasado jueves, entre el final de la primera fase y el comienzo de la segunda, algunos de los miembros del citado jurado acudieron a visitar Santillana del Mar, la neocueva de Altamira o a la corrida de rejones en el Coso de Cuatro Caminos. Pero para el pianista y pedagogo catalán Albert Attenelle no hay momento para el respiro y quiso aprovechar este día para ensayar su próximo concierto, “toco a mediados de agosto la Suite Iberia de Albéniz, y eso no te permite ni un solo descanso”. Al comienzo de la jornada nos encontramos con él en el Hotel Real donde se hospedan los miembros del jurado y arrancamos unos minutos de su tiempo para hablar, claro está, del concurso.

“A veces es inevitable usar la palabra competición”, nos dice el pianista catalán cuando nosotros empleamos ese término en nuestra pregunta. “De hecho lo es en parte, pero no se busca a quien va más rápido o al que toque más fuerte sino a un verdadero músico. Hay momentos del concurso que sí son una competición, como las eliminatorias, donde se discierne quienes serán futuros instrumentistas con algo que decir en la música”. Los concursos, para Attenelle, “siguen siendo una herramienta imprescindible para dar a conocer a la gente, son descubridores de talentos.”

La búsqueda del jurado, para Albert Attenelle, está centrada en “alguien con la solvencia instrumental de primer orden que además sea artista: que cuando actúe comunique no sólo reproduzca. Se puede excusar un fallo pero no que una actuación no tenga un significado, capacidad de comunicación e interés artístico. Hay músicos con una preparación técnica admirable pero que no causan mayores huellas y buscamos a alguien capaz de dejar huella en el oyente”. Aunque entre los miembros del jurado, “cada cual, con su criterio, actúa y decide”. Las votaciones son secretas y únicamente dos personas tienen toda la información, una medida que da limpieza al proceso y evita que se creen favoritos. “No sabemos ni tan siquiera los que han pasado cuantos votos tenían, no hay que condicionarse por nada”.

El propio pianista sabe perfectamente lo que es presentarse, y ganar, un gran concurso. En su palmarés encontramos, además de premios en Río de Janeiro o Portugal, la distinción más alta lograda por un músico español en el prestigioso Reine Elisabeth de Bélgica. “Desde que yo era concursante, lo único que parece que ha cambiado es el número de gente que se dedica a tocar instrumentos”, nos dice refiriéndose al “despertar de China” y de otros muchos “países que entonces estaban de espaldas a la música occidental”. Una incorporación de “estudiantes disciplinados” en lo que a número se refiere, pues “la esencia de un concurso sigue siendo la misma, cazar talentos y buscar a los que en el futuro puedan llenar huecos y aportar presencias importantes”. Comparando ambas situaciones, la de concursante y la de jurado, nos dice que “son radicalmente distintas”, pero “las dos son incómodas. Cuando eres participante el trabajo de meses pende de un hilo y te lo juegas en un instante, de jurado pesa la responsabilidad porque te acuerdas de tu experiencia y piensas que un voto te puedas cargar mucho trabajo”.

El concurso de Santander es uno de los más importantes del mundo, según Attenelle, una categoría que se obtiene gracias a muchos elementos como “la selección del jurado que se encarga de difundir la calidad del concurso, logrando que haya más participantes interesados y de mejor nivel. Es una bola de nieve que si se empieza bien acaba mejor”.

En las primeras jornadas del concurso, abiertas al público, el siempre respetable ha sido protagonista por diversos motivos. Por un lado gracias a su constante presencia y apoyo, por otro, menos afortunado, por ciertos teléfonos móviles sonando o salidas de sala muy a destiempo. “Es un mal inevitable”, afirma Attenelle. “Estoy sorprendido de ver la participación de la gente y a pesar de algún incidente, la devoción con la que siguen las pruebas. Es un porcentaje mínimo el de alguien que se despista o que tiene ganas de marcharse, en cambio los beneficios son muchos, se crea en la sala un ambiente de concierto en lugar del de una competición”.

Además de intérprete Albert Attenelle dedica gran parte de su tiempo a la docencia. Muchos son los pianistas que se han formado junto a él, siendo fundador y director de la Escola de Música de Barcelona. “La enseñanza es un complemento absoluto a mi carrera”, nos dice al respecto. “Lo que vamos absorbiendo a lo largo de los años tampoco tiene que ser para uso y disfrute particular sino que tiene que ser algo que pasemos a otras generaciones. He conocido grandes maestros que han dedicado parte de su tiempo a pasarme información, ánimos y entusiasmo”, comenta refiriéndose a Frank Marshall, que le trasmitió el legado de la escuela calata que se remonta a Ricardo Viñes y Enrique Granados. “Soy una pieza más de este engranaje y trato de trasmitirlo a aquellos que se acercan a mi aula. Hay pocos artistas que omitan este tipo de trabajo”.

Una obligación que él también tiene contraída para con la música contemporánea. “Hemos de difundir la música de nuestra gente. Si yo doy un concierto, ¿porqué un compositor no va a poder mostrar su obra?”. De hecho él fue el responsable de la primera audición de la ‘Música callada’ de Mompou o de interpretaciones de los conciertos para piano y orquesta de Luis de Pablo, Gerhard o Montsalvatge. “He intentado estar cerca de ellos. Los compositores son los primeros que te abren los brazos, pero sigue habiendo un rechazo considerable en muchos estamentos del público hacia esta música”. Como ejemplo nos pone una situación bien reciente. “Mi mujer está aquí en Santander y acude al concurso como público. El otro día me comentaba divertida que un grupo de señoras decían que iba a escuchar la siguiente pieza y que después se marcharían pues venía la ‘obra contemporánea’”.

Para Attenelle parte de la culpa de esta separación entre la música contemporánea y el público está en la propia historia de la composición. “La creación siempre ha ido por delante de la sociedad y la música ha sufrido decenios de aislamiento e incomprensión y en parte se lo ha buscado. Los promotores de conciertos quieren llenar las salas y según lo que toques o no se llena la sala o la gente no sale contenta. Esto para un intérprete es perjudicial pero también hay que comprometerse y no tocar únicamente a Brahms o a Beethoven”.

jueves, julio 21, 2005

ELDAR BEBOLSIN


“El premio del Concurso de Santander me llegó temprano” dice Eldar Nebolsin, que estos días ha participado en el Encuentro de Música y Academia de Santander como profesor.

El pasado miércoles la Sala Pereda acogió el, tal vez, concierto más multitudinario de los celebrados en este escenario dentro del Encuentro de Música y Academia de Santander. Un llenazo absoluto, incluso con parte del público que se quedó sin poder entrar en la sala, probablemente motivado por la participación del pianista Eldar Nebolsin, especialmente apreciado en Santander tras su triunfo en el XI Concurso Internacional de Santander en el año 1992. El en aquel entonces joven promesa del piano regresó este verano a Cantabria como profesor del Encuentro que ayer mismo llegaba a su fin. “Estuve hace dos años tocando un recital ”, nos dice “y esta es la primera vez en la que soy profesor. La experiencia ha sido muy positiva, el trabajo interesante y yo mismo he aprendido mucho al tener que tocar con alumnos y profesores”. Aunque echa de menos haber tenido “más tiempo para trabajar las obras a conciencia, no estoy acostumbrado a preparar una obra en tres o cuatro días y a veces me he sentido un poco chapucero con mi trabajo”.

“Creo que el programa está un poco cargado”, prosigue el pianista nacido en Uzbekistán pero que habla el español a la perfección, “yo me he agobiado un poco y no soy de los que más ha participado. Hay chavales que han tocado obras, que no habían tocado nunca antes, diferentes cada día. Pero de cualquier modo esta es una oportunidad magnífica para aprender más cosas y para compartir puntos de vista”.

Su opinión acerca de los Concursos de Piano, ahora que se aproxima el de Santander, es crítica con su esencia. “Un concurso no es el medio ideal para salir adelante”, sentencia, aunque es algo “inevitable. Ojalá no hubiera concursos: es muy difícil para el jurado decidir quién es el mejor. La música no es un arte objetivo como lo pueden ser las matemáticas. Las concursos son una aproximación a la media, algo que perjudica bastante al arte y a la creatividad”. Pero hablando en términos prácticos “para un joven músico al que no conoce nadie este es el único medio que tiene de darse a conocer, los concursos te pueden garantizar tu futuro”. Aunque Nebolsin advierte que ganar un gran premio no garantiza, para nada, la carrera de un joven pianista. “El triunfo actual de una persona de 18 o 19 años no es una garantía de que en cinco años va a seguir una determinada trayectoria, puede que en dos años toquen mejor o puede que lo hagan mucho peor”.

Para demostrarnos que de un Concurso no tiene por qué salir un gran pianista Eldar Nebolsin se refiere a cuestiones estadística, “hay 15 o 20 grandes concursos cada año con otros tantos primeros premios. Simplemente por ser tantos es imposible que todos tengan una carrera asegurada”. A todo esto hay que añadirle que en la competición no siempre se miden cuestiones musicales. “Son una especie de prueba de nervios, muchos de los grandes artistas de la actualidad no soportarían la presión de un concurso y sin embargo están en el escenario. Puede que una personalidad frágil, delicada y sensible esté mucho más acorde con una expresión artística y con la creatividad, pero esta misma sensibilidad hace que en una situación como la del concurso una persona así pueda perder puntos en comparación con otra que tenga los nervios de acero”.

La conclusión, tras estos minutos de charla, es la esperada. “El premio del Concurso de Santander me llegó temprano, es muy difícil con 17 años afrontar 40 o 50 conciertos años sin tener la madurez emocional, técnica e incluso física necesaria. Es cierto que también me ha beneficiado en muchos aspectos pero ahora soy consciente de que si lo hubiera ganado tres o cuatro años más tarde hubiera sido mejor en todos los sentidos”.

Hace unas semanas Nebolsin ganó un nuevo concurso de piano, esta vez el Primer Premio y el Premio a la mejor interpretación del Concierto de Mozart en el recién creado Concurso Internacional de Piano Sviatoslav Richter. “Se ha hecho un certamen bajo un concepto diferente a lo conocido hasta ahora. La edad mínima para presentarse es de 23 años y no hay una edad máxima, por lo que participaron personas de hasta cincuenta y ocho años. No buscaban intérpretes jóvenes con un potencial interesante sino gente formada musicalmente con mucho que aportar en un sentido creativo”.

Actualmente, Eldar Nebolsin reside en España donde, además de su actividad de conciertos y recitales, imparte clases de Música de Cámara en la Escuela Superior de Música Reina Sofía y en el Conservatorio Superior de Música de San Sebastián Musikene, dos centros de enseñanza que se alejan del modelo “oficial” de los Conservatorio de Música. “Nunca he trabajado en un conservatorio y desconozco este campo, pero tanto Musikene como en la Escuela de Madrid se basan en un concepto diferente: tratamos dar a los alumnos lo que necesiten independientemente del plan oficial que ofrezca el Gobierno. Ambos centros tienen algo en común: invitan a profesores de renombre sin que tengan que aprobar unas oposiciones por puntos para impartir clases. Músicos que han demostrado su valía en sus conciertos. No podríamos pedir que Zakhar Bron o Bashkirov hicieran un examen, pero si ellos quisieran enseñar en un centro oficial tendrían que hacer oposiciones y seguro que no las pasaban. Es un sistema demasiado cuadrado, yo mismo estuve a punto de hacer una de estas oposiciones, pero gracia a Dios al final no la hice”, nos dice mientras sonríe. “Este es un aspecto que habría que revisar a fondo, no se pueden aplicar fórmulas matemáticas para juzgar a una persona en su creatividad”.

Nebolsin combina su tiempo entre la enseñanza y la música práctica, “tal vez pase más tiempo enseñando”. Una actividad que le reporta grandes satisfacciones, aunque prefiere cuando es él que el toca. “La enseñanza no depende únicamente de ti sino también de los alumnos que tengas. Si tienes estudiantes que responden bien, que puedan captar lo que quieras trasmitir lo disfrutas mucho, pero si no responden es algo muy frustrante. Cuando estas tocando dependes de ti mismo”.

Eldar Nebolsin se incorpora los próximos días al Festival Internacional de Música de Zumaia como profesor de piano, después regresará a Santander para la final del Concurso de Piano y luego tendrá que abordar un par de conciertos que le quedan hasta poder tomar unas vacaciones “a mediados de Agosto”.

miércoles, julio 20, 2005

FRANS HELMERSON

“Siempre trato de hacer la música tal y como suena en mi cabeza”,
dice Frans Helmerson que dirigirá esta noche a la Orquesta de Cámara del Encuentro en el que será el último concierto de su V edición.

El Encuentro de Música y Academia de Santander culmina hoy su actividad de la que ha sido su quinta edición con un concierto en la Sala Argenta del Palacio de Festivales, además de los programados para Reinosa y Santillana del Mar. En el de Santander participarán algunos de los maestro de esta edición: Thunemann, Jaime Martín o el violoncellista sueco Frans Helmerson, que acudió por primera vez a este encuentro de alumnos y profesores de todo el mundo.

“Sabía lo que me iba a encontrar antes de venir”, nos dice Helmerson que acaba de terminar una de sus clases magistrales en el Conservatorio Jesús de Monasterio. “Peter Csaba”, el director artístico del Encuentro, “me lo contó todo. Desde el comienzo él quiso que participara como profesor pero hasta este año no me había sido posible. Csaba organiza un festival similar en Suecia, pero de menores dimensiones, más pequeño. Durante algunos años trabajé allí de la misma forma, tocando y enseñando. Sé que Csaba es un gran músico y un increíble organizador. Esta combinación y también conocer la Escuela Superior de Música Reina Sofía, en la que he trabajado varios años, me dieron una idea del nivel de ambición e idealismo que hay detrás de todo esto. Estoy contento de poder estar aquí y ver la organización, la calidad y los excelentes resultados artísticos así como el entusiasmo de la gente joven y el gran nivel artístico”. Unas características interesantes a las que tenemos que sumar que los alumnos y profesores son “personalidades con una experiencia también diferentes. Tocan de formas distintas y tienen ideas diversas a la hora de hacer música y de los logros que persiguen. Aquí se pone en conjunto todo ello en combinaciones muy afortunadas”.

En el recital de esta noche el profesor Helmerson dirigirá a las Orquesta de Cámara del Encuentro. Será la tercera “batuta” en dirigir a los estudiantes tras la jornada inaugural con Ashkenazy como director y los conciertos del pasado fin de semana conducidos por Peter Csaba. “Es muy bueno para los alumnos encontrarse con distintos directores”, nos cuenta Helmerson. “Yo lo haré con una pieza de Auilis Salinen, virtuosa para la solista Beate Altenburg y muy divertida para la orquesta: hay ritmos de tango, salsa, jazz. Esta muy bien compuesta y creo que, más que mi forma de dirigir, lo que impresionará a la orquesta es la obra en sí misma. Yo también disfrutaré haciéndolo”.

Comparamos su actividad interpretativa con la dirección. “Dirigir es hacer movimientos en el aire y esperar que suene algo”, bromea el violoncellista sueco. “Es muy diferente a tocar tu instrumento con el que sientes su sonido inmediatamente en tus músculos. Dirigir tiene que ver con la forma que das impulsos para conseguir ritmo, dinámicas, sonidos... incluso la forma de la música. Es como tocar un instrumento que está compuesto por muchos individuos. Si tienes éxitos todos irán, juntos, alrededor de una misma idea”. Por lo que respecta a la formación “instrumental” de un director de orquesta Helmerson no cree que haya grandes diferencias entre “ser pianista, violinista o intérprete de violoncello. Tienes una idea de cómo quieres que suene la música y es lo que persigue al dirigir, lo mismo que cuando tocas tu instrumento”.

Pronto verá a la luz un nuevo disco de Helmerson, esta vez dedicado a las Suites para cello de J.S. Bach. “Es mi versión, la forma en la que yo escucho a Bach en mi cabeza. No he querido hacer algo diferente a lo que hace otros, pero tampoco intento imitar a nadie. Siempre trato de hacer la música tal y como yo la entiendo, como está dentro de mí”.

Sobre el papel que juegan los medios de comunicación y las casas discográficas en el mundo la música clásica, él piensa que “son muy importantes para su difusión, pero hay aspectos del negocio alrededor de la clásica con los que no estoy contento. Soy muy optimista y creo que el arte por si mismo es muy fuerte para el ser humano. Siempre querrá tener música y tener arte. Ya encontraremos los caminos para curar esta pequeña enfermedad que hay con el negocio. Hoy en día algunas de las grandes discográficas tienen problemas por ir en el camino equivocado, en cambio hay muchas compañías pequeñas en las que muchos artistas importantes están grabando porque tienen más libertad artística”. Como ejemplo de buen nos habla de Yo-Yo Ma. “Es un músico muy imaginativo y con un nivel artístico muy alto. Tiene las ideas muy claras y es comunicativo. Está haciendo mucho por la música en general y por el cello en particular. Es bueno que alguien así está a un nivel tan alto y llegue al gran público”:

Esta noche la Sala Argenta cerrará el V Encuentro de Música y Academia de Santander con obras de Mozart –omnipresente en esta edición de este festival-, Sallinen, Rachmaninov y Richard Strauss. Se pone punto y aparte a tres semanas muy intensas de Música y Academia. Y les digo punto y aparte porque la continuación se producirá el próximo verano y porque ahora se abre otro libro musical encuadernado por la Fundación Albéniz, el que se dedica al piano con el Concurso Internacional de Piano.

lunes, julio 18, 2005

RICHARD WATKINS


“La trompa es el alma de la orquesta”, dice Richard Watkins en su primera participación en el Encuentro de Música y Academia

Richar Watkins es uno de los instrumentistas de trompa más importantes de su generación. Desde la pasada semana interviene, por vez primera, como profesor en el V Encuentro de Música y Academia además de sumarse como intérprete en algunos de los conciertos que estamos presenciando en la Sala Argenta del Palacio de Festivales.

“Es mi primera visita a Santander, pero ya conocía la Escuela Superior de Música Reina Sofía de Madrid, por lo que mis expectativas respecto al encuentro eran de encontrar algo realmente importante”, nos dice al comienzo de nuestra entrevista. Nos encontramos en el Palacio de Festivales y en la sala contigua a la nuestra una alumna del profesor de canto Tom Krause hace ejercicios de calentamiento vocal antes de su lección magistral. “Aquí estoy trabajando estos días con un grupo pequeño de cuatro alumnos”, prosigue, “y eso es algo muy bueno. Normalmente, en cursos de verano con orquesta jóvenes, tienes que trabajar con grupos mayores y de esa forma es difícil que todos queden contentos y que tú puedas ocuparte de muchos detalles en su enseñanza”. Aquí, en Santander, además tienen la oportunidad de compartir “tiempo social” con sus alumnos, incluso el profesor Watkins pasa estos días junto a su esposa e hijos con los que acude a todos los conciertos, “con programas muy interesantes y una calidad musical extraordinaria. Esta combinación en el escenario de profesores y alumnos es una idea maravillosa que debiera hacerse con más frecuencia”.

Richar Watkins ha venido a este Encuentro con “la mente muy abierta”. De entre sus estudiantes uno es alumno habitual en sus clases de Londres, otro viene de su misma ciudad y los otros dos de Polonia y Hungría, respectivamente. “Es muy interesante el aspecto ‘internacional’ de este encuentro, se aprende mucho de las características de cada alumnos, de su aprendizaje previo. Además”, prosigue el profesor de trompa de la Royal Academy of Music, “es bueno para todos los participantes las cantidad de conciertos a los que acuden también como público. En Londres mis estudiantes puede que se acerquen a un conciertos sinfónico para escuchar un solo de trompa, pero son algo ‘ciegos’ respecto al resto del panorama musical. No acuden habitualmente a escuchar música de cámara pero aquí la asistencia a los conciertos se produce de forma natural, está dentro del ambiente”.

Considera que su instrumento tiene algunas características negativas a la hora de “convencer” a un futuro estudiante de música. “Su repertorio es limitado, tanto en música de cámara como piezas solísticas. Todo el repertorio cabría en un maletín, en cambio las obras para, por ejemplo, violín, ocuparían habitaciones enteras. Pero el que acaba dedicándose a estudiar la trompa lo hace convencido por su sonido. No quisiera ‘competir’ con otros profesores, pero su sonido es el más cercano a la voz humana en lo que a color y calidez se refiere. Como dijo Schumann, la trompa es el alma de la orquesta”.

Este músico, afincado en Londres pero que ha trabajado bajo las batutas de directores de la talla de bajo las batutas de Giulini, Sawallisch, Slatkin, o Sinopoli, tiene una especial vinculación con la música contemporánea, habiendo estrenado obras de Sir Peter Maxwell Davis, de Nigel Osborne o Colin Matthews. “Me gusta apoyar y promover este tipo de repertorio”, nos dice al respecto al tiempo que la soprano vecina realiza sus ejercicios en las dinámicas más elevadas, “pero hay algún problema con esta música. Estrené una obra en el Brabican Theatre de Londres” –nos dice el pecado pero no el pecador- “y tras la audición muchos de mis colegas vinieron a felicitarme admirados por la dificultad de la misma, por sus agudos, sus graves, la velocidad de ciertos pasajes... Pero cuando les pregunté si les había gustado la obra su respuesta fue, tras dudarlo un instante, que realmente no. Como intérprete tienes que creer un cien por cien en lo que haces, pero siempre que toco esa pieza sucede lo mismo, y la reacción del público es la misma que la de mis colegas. En cambio hay otra obra de Colin Matthews con la que estuve de gira por el norte de Inglaterra, una zona muy conservadora con sus gustos musicales. Tras su estreno, un par de semanas después, acudí a Nottingham y, antes de comenzar el concierto, encontré que había gente en el público que ya conocía de semanas atrás. Cuando les pregunté me dijeron que habían vuelto para escuchar de nuevo aquella obra, les había parecido fantástica. De cada diez obras, si tengo la suerte de que con una me suceda esto mismo me puedo convidar un afortunado. Además, seguro que en poco tiempo esa obra pasa a formar parte del repertorio”. Desafortunadamente nos dice que hay pocas composiciones así, recomendándonos el concierto para trompa de Oliver Knussen como ejemplo de buen hacer.

De la situación actual de la música clásica nos habla del esfuerzo que se realiza para buscar nuevo público mediante grandes espectáculos de música culta en parques. “Es una buena forma de abordar el problema. Se ofrecen fragmentos cortos, como si fuera música pop, del repertorio clásico. Pero también hay que introducir piezas de mayor duración, y ver si de entre cien mil espectadores hay un porcentaje, por pequeño que sea, que disfrute con ello”. Nos narra entonces el momento en Inglaterra se celebró la Copa de Fútbol del año 1990. “La sintonía oficial de este evento era el ‘Nessum Dorma’ de Turandot, y mucha gente quedó fascinada con esa música. Después un productor montó la ópera completa, pero la gente acudía a ella para escuchar únicamente esa parte, por lo que se decidieron a colocar sobre el escenario un reloj en el que se mostraba la cuenta atrás hasta el momento en el que sonaría el famoso aria. Imagino que muchos mirarían sólo al reloj, pero algunos acabarían disfrutando y conociendo la ópera completa”.

“Muchas de la música clásica en Inglaterra está en manos de pequeñas sociedades”, nos dice como conclusión, “por lo que hay ciertas personas que sienten distancia o miedo por este repertorio. Lo opuesto serían los Proms, conciertos que se desarrollan desde julio a septiembre y a los que acuden mucha gente joven, es muy ‘cool’ ir a estos conciertos y la música que se ofrece es muy buena. Es imposible encontrar una entrada para estos conciertos, siempre llenos, por lo que tal vez sea posible educar y encontrar nuevo público”.

viernes, julio 15, 2005

HASNJÖRG SCHELLENBERGER


“En la música de cámara es fundamental la comunicación” nos dice Hansjörg Schellenberger, director de orquesta y profesor de oboe del Encuentro de Música y Academia

Hansjörg Schellenberger es uno de los profesores más ‘veteranos’ del Encuentro de Música y Academia. De hecho hace seis años le entrevistábamos por primera vez para el diario ALERTA , cuando por aquel entonces se estrenaba la cátedra de oboe en los “antecedentes” de este Encuentro: los Cursos de Verano de la Escuela Superior de Música Reina Sofía y en la propia escuela de Madrid. Ahora Shellenberger habla castellano y llega a esta nueva entrevista, realizada en el Palacio de Festivales, montado en su bicicleta.

“Desde el comienzo este fue un proyecto con unos objetivos muy altos”, nos dice recordando el origen del Encuentro. “Se programaban muchos conciertos, casi un centenar, después se redujo hasta los sesenta que ahora tenemos, conciertos perfectamente organizados por Peter Csaba y en los que hay mucha gente joven con un nivel realmente alto tocando, cada día, música de cámara en escenarios de toda Cantabria. Si comparáramos este Encuentro con otros grandes festivales de todo el mundo, como el de Porvoo en Finlandia o el Marlboro, vemos que allí tienen más tiempo para ensayar pero aquí hay más oportunidades de tocar en directo, de conocer nuevas obras”.

Este verano el profesor Schellenberger cuenta con dos alumnos habituales de sus clases en Madrid y otro más, Thomas Barber, procedente de la Royal Academy de Londres. “Lo fundamental en estas clases se desarrolla en torno a la música de cámara. Quiero enseñar a los alumnos a que se comuniquen, musicalmente, con sus compañeros; ofrecerles obras que no había tocado antes y que aprendan a reaccionar rápidamente”. Para él su intención es que “se olviden de los problemas técnicos del instrumento y se conviertan en personas que hablan a través de él, que se comuniquen con sus compañeros y entiendan lo que ellos dicen”; algo “fundamental” para la música de cámara.

Los alumnos que acuden a sus clases buscan la experiencia del profesor en todo lo relativo a la música. “Conozco las obras del repertorio, las he tocado a lo largo de mi carrera”, nos dice. “Y también ellos saben que conozco a otros músicos, que tengo contactos fruto de mi carrera que les pueden interesar para su propio futuro”. De hecho minutos más tarde de nuestro encuentro con Schellenberger pudimos charlar con uno de sus alumnos, André van Daalen. “Es uno de los mejores oboístas de Europa”, nos dice van Daalen de su profesor. “Nos puede ofrecer mucho a nivel técnico, su experiencia dentro de la orquesta o en música de cámara es impresionante y a nivel personal he aprendido con él la forma de ‘presentarme’ como músico en un escenario, es muy difícil tocar bien y mostrar que tienes confianza. Él, con su forma de tocar trasmite confianza”

Schellenberger también cree que una de las facetas más interesantes del Encuentro es la “emoción de tocar junto a grandes profesores. Les damos nuestra experiencia y ellos serán los responsables de transportar la música a las siguientes generaciones. Tienen el compromiso de preservar la música clásica en el futuro”. También nos habla de la crisis de público que recorre Europa, aunque en España las cosas son distintas, “es el único país donde sucede lo contrario y hay cada vez más público.¡Es una locura!”.

La música de cámara es, tal vez, la base de este Encuentro de Música y Academia de Santander. “Hay mucho repertorio y es donde encontramos la música de mejor calidad”, nos confiesa el profesor de oboe. “Los intérpretes tienen que comunicarse entre ellos y también con el público. La orquesta es un gran instrumento y puedes admirar el trabajo del director, con un solista percibes su técnica, pero cuando escuchas música de cámara tienes que seguir al grupo completo y cada parte por separado en una situación de escucha muy completa. Las mejores obras de los compositores son de cámara”.

En los últimos años Schellenberger ha compaginado su actividad como solista con la de director de orquesta. De hecho su formación como estudiante pasó por las matemáticas, el oboe y la dirección. “Cuando empecé a tocar en orquestas decidí concentrarme en el oboe, pero siempre he prestado atención al trabajo de los directores junto a los que he trabajado, tanto en la Orquesta de la Radio de Colonia como en la Filarmónica de Berlín”, lo que es lo mismo que decir que ha sido dirigido por todos los grandes del siglo XX. De todos ellos ha escogido la información más interesante, “no quiero imitar a ninguno, pero hay muchos elementos muy efectivos a la hora de dirigir que he aprendido como músico de orquesta, como la visión analítica de Harnoncourt, capaz de dar matices nuevos a obras que ya has tocado antes muchas veces. Personalmente no me planteo seguir una tradición concreta sino buscar en cada pieza aquello que logre sorprenderme a mí, a los músicos y al público. Como dice Harnoncourt, hacer cada obra como si fuera la primera vez que la interpretas”.

Su encuentro con la dirección, tras sus estudios en Munich, empezaron “de forma casual” hace diez años cuando fue llamado por la Orquesta de Padova para dirigir y tocar simultáneamente. “No me lo tomé muy en serio, pero después me fueron llamando de otras orquestas, casi siempre para tocar y dirigir piezas barrocas, el concierto de Mozart…”. Compara la dirección con la música de cámara, “es un lenguaje corporal, trasmites a tus colegas de la misma forma que haces cuando haces música de cámara, aunque aquí tienes que ir siempre por delante de la música”. De momento quiere seguir conjugando la dirección con el oboe hasta que “el cuerpo se lo permita. En la dirección puedes estar toda la vida, pero con el oboe hay necesidades físicas que limitan tu actividad”.

Por último quisimos saber si, en su futuro, tenía la intención de componer como complemento de una carrera completa. “De joven lo intenté, perno no tenía la fantasía de los compositores”, nos dice. “La música contemporánea es muy importante, se encarga de seguir la tradición de la música hasta nuestros días”. Sus estudios musicales empezaron muy ligados a la composición, “tocábamos las creaciones de los estudiantes jóvenes de composición. Hoy en día sigo intentando hacer lo máximo posible por la música contemporánea. Siempre hay autores que te interesan más, como Wolfgang Rihm o Antal Dorati, que fue estudiante de Kodaly y poca gente conoce su obra. Yo trato de mostrarla al público. Cuando haces obras contemporáneas ves la música del pasado de forma distinta, entiendes el proceso que ha seguido”.

miércoles, julio 13, 2005

NATALIA SHAKOVSKAYA

“La presencia física del intérprete es imprescindible para la músca”, nos dice Natalia Shakovskaya, profesora de violoncello en el Encuentro de Música y Academia de Santander.

Minutos antes de nuestra entrevista con Natalia Shakovskaya ella está terminando una de sus clases en el Conservatorio Jesús de Monasterio. Tenemos la suerte de poder “inmiscuirnos” en el aula desde la pantalla de televisión del control técnico de grabación que elabora el material audiovisual para la Escuela Virtual de Música. Christian-Pierre La Marca es el alumno francés que recibe, en esos instantes, las enseñanzas de la que fuera sucesora, en el conservatorio de Moscú, del maestro Rostropovich. Shakovskaya trata de exponer a su alumno un gesto, una noción técnica imperceptible para el ojo no experto. Finalmente opta por coger su instrumento y hacerlo sonar. “El sonido del violoncello es la mejor defensa que tiene” nos dirá más adelante cuando la preguntamos por “algo poético” sobre su instrumento. “Hay tanta similitud con la voz humana y es tan noble en sí mismo...”.

Natalia Shakovskaya es profesora titular de la cátedra de violoncello de la Escuela Superior de Música Reina Sofía, y asidua profesora en el Encuentro de Música y Academia que la Fundación Albéniz organiza cada verano en Santander. “En los últimos años las cosas han cambiado mucho”, nos comenta refiriéndose a su experiencia como profesora en los mismos. “Hay muchos más conciertos en una nueva forma de actuar en el escenario, alumnos y profesores juntos. Algo que no es únicamente útil para los estudiantes sino también muy interesante para el público”. De hecho para la profesora Shakovskaya uno de los aspectos más destacables de este Encuentro está en la “sorprendente respuesta del público. Se ha logrado fidelizar a los espectadores que se sienten muy integrados en la vida del Encuentro, muy cercanos a los alumnos y profesores y con la mejor disposición posible.” También destacó “l a gran variedad y cantidad de música que se hace y que no es fácil de encontrar en una sala de concierto”. Programas que pueden hacerse en el encuentro de Santander gracias a “los profesores y alumnos de tan alto nivel que aquí se dan cita”. Un nivel artístico que, en referencia directa a su alumnos, “es muy alto”.

Algunos de ellos son alumnos durante todo el año de su cátedra en Madrid, otros tiene contacto con la profesora tan sólo en estas semanas. “Es un tema complicado. Hay mucha actividad, muchos ensayos y queda un tiempo reducido para impartir clases. Así con todo tenemos clara la utilidad de las mismas y la importancia que pueden tener en el futuro”. Para estos alumnos tal vez baste con “identificar errores y dar consejos, orientaciones y recomendaciones” que pueden aplicarse posteriormente. No se puede esperar una respuesta inmediata, pero “es una cuestión de futuro”.

El panorama de la música en Europa ha cambiado substancialmente en los últimos años. La caída del antigua Unión Soviética y la perspectiva que el paso de los lustros nos da nos sitúa en un universo cultural global. Algo que, según Shakovskaya “ya pasaba también antes”, una interacción de culturas “positiva que enriquece. Este encuentro es un buen ejemplo de ello ya que participan personas de todo el mundo. Cada uno trae consigo su experiencia y comparte su propia tradición”. Auque no conviene olvidar que “vivimos en una época difícil: el desarrollo tecnológico, los ordenadores”. Nos habla de mucha gente que percibe cierta caída del interés por la música clásica. “Pero yo no soy pesimista en este tema”, afirma rotundamente. “A pesar de que se hayan inventado robots que son capaces de tocar, es imprescindible la presencia del intérprete en la música para compartir esta experiencia con él”.

No pocas veces se ha tratado el tema de la técnica y la expersión en el mundo de la música. Un planteamiento que sigue el eterno enfrentamiento, o tal vez mejor decir contraste, entre la razón y la emoción, entre eros y psique. “Nosotros tenemos, en teoría que enseñarlo todo”, nos dice Natalia Shakovskaya sobre este tema. “Pero es mejor si tenemos un estudiante con talento. Cada uno es diferente a los demás y su grado se asimilación también. Las clases se desarrollan de forma distinta en cada caso, unas veces tienes que ayudarles con cuestiones técnicas y en otras ocasiones no”.

El próximo lunes, en la Sala Pereda del Palacio de Festivales, esta profesora ofrecerá, junto a Zakhar Bron y David Kaduuch, el Trío número 4 de Beethoven. El martes, también en la Pereda, le llegará el turno al Trío de Haydn. Será ese el momento en el que hable su violoncello, sin necesidad de traducción alguna. Recuerden las palabras de la profesora, “noble en sí mismo”.