ENTREVISTAS REALIZADAS POR EL MUSICÓLOGO GUSTAVO MORAL ÁLVAREZ

miércoles, julio 14, 2004

TSUYOSHI TSUTSUMI

“Hay que ser uno con el instrumento”, dice el violoncellista Tsuyoshi Tsutsumi en el IV Encuentro de Música y Academia de Santander

El profesor Tsuyoshi Tsutsumi acude al Encuentro de Música y Academia de Santander por vez primera en esta IV edición. Ha impartido su magisterio en las universidades de Western Notario e Illinois y actualmente lo hace en la de Indiana. Es uno de los violoncellistas más importantes de su generación y sus grabaciones con el sello Sony Classical son alabadas y reconocidas por su alta calidad.

“Estoy muy contento y considero un honor haber sido invitado a este fantástico Encuentro”, nos dice al comenzar nuestra charla. “Me impresionó el primer concierto al que asistí la pasada semana con la Orquesta de Encuentro en la Iglesia de Santa María en Laredo, me impresionó ver la dirección de Péter Csaba y comprobar que los alumnos realmente disfrutaba tocando juntos y haciendo música. Pude verlos sonreír entre ellos y el concierto, a pesar de ser orquestal, parecía de cámara: la esencia de la música y la comunicación”.

Su tarea estos días es “ofrecerles algunas ideas e inspiración” a sus alumnos, según sus palabras abriendo “un camino que les ayude a llenar su potencial y posibilidades musicales. No se trata realmente de una enseñanza sino de hacer algo creativo juntos y mi papel es el de explicar mi experiencia ofreciéndoles ideas”.

Tsuyoshi Tsutsumi es poseedor de uno de los primeros violoncellos construidos por Domenino Montagnana en el primer tercio del siglo XVIII en Venecia. Sus característica particulares hacen de él un instrumento de mayor tamaño de lo habitual, al no haber sido recortada su parte baja, característica de este afamado luthier italiano. “Esto le da un sonido más profundo y es algo que me gusta de mi instrumento”, nos confía Tsutsumi. Pero las verdaderas razones por la que este intérprete admira el sonido de su Montagnana hay que buscarlas en sus años de estudio. “He tenido dos grandes profesores, uno en Japón, Hideo Saito y el otro en Estado Unidos, Janos Starker. Saito estuvo en Alemania estudiando junto a Julius Klengel en Leipzig en una clase increíble con alumnos como Feurermann o Piatigorsky... Más tarde se trasladó a Berlín para proseguir su formación con Feuermann e intentó adaptar y aprender todo de este intérprete. Yo no pude conocer a Feuermann porque murió el mismo año en el que yo nací pero Saito continuó sus enseñanzas. Muchas de las grabaciones de este gran maestro fueron tocadas con un Montagnana y el sonido del mío trata de recordar a Feuermann. Espero ser capaz de tocar bien este instrumento y mantenerlo en perfectas condiciones hasta el día en que yo muera y pase a ser tocado por otra persona”.

La relación de Tsutsumi con el violoncello va más allá de ser su objeto de trabajo. Es casi una prolongación de sí mismo. “El clima de Santander no es muy bueno para los instrumentos de cuerda y el sonido de mi violoncello suena algo enfermo, entonces yo también empiezo a sentirme un poco así”, bromea. “En mis clases enfatizo en que hay que ser uno con el instrumento y cuando usas el arco han de hacerlo como si de una extensión de su brazo se tratase”. Aunque tocar un instrumento tan voluminoso puede ocasionar problemas. “Siempre que viajo tengo que comprar un asiento para el cello, tienen que abrirlo cada vez por motivos de seguridad... Algunas veces desearía no viajar con el violoncello, pero cuando esto ocurre siento como si me faltara la mitad, es algo muy extraño”, nos dice, recordando entre bromas la forma en la que en alguna ocasión le han recomendado tocar la flauta para poder llevarla consigo en el bolsillo.

Tsutsumi es de la opinión que el aprendizaje de un instrumento no se basa únicamente en cuestiones técnicas, a pesar de que en los últimos tiempo se estén formando intérpretes ‘excesivamente’ técnicos “Hay muchos concursos y nadie quiere cometer errores cuando se presenta a ellos, es el motivo por el que se busca la perfección técnica. Aunque afortunadamente la dirección de algunos de los concursos se está interesando en la interpretación y la individualidad de los intérpretes, un camino muy saludable”.

“Hay grandes profesores en todo el mundo”, continúa explicándonos, “y los alumnos puede tocar muy bien su instrumento. Pero hay que saber comunicar nuestros sentimientos, la tristeza, la alegría, la filosofía...”. Tsutsumi es director de la Toho School Music de Tokio y una de las cosas que transmite a sus estudiantes es que “han de aprender muchas disciplinas: bellas artes, filosofía, historia, política... para lograr su horizonte artístico y también tienen que tener una buena técnica para ser entendidos”.

Quisimos conocer la opinión del maestro japonés sobre el papel mediático que la música clásica y el repertorio de violoncello ha cobrado gracias a los grandes lanzamientos discográficos de intérpretes como Mischa Maisky o Yo-Yo Ma. “Soy muy amigo de ambos y creo que es muy importante lo que hace porque están popularizando el cello y la cultura musical. Es maravilloso poder ofrecer al público la sensación de la que música clásica es muy especial y que no tiene límites. Se están encargado de mantener la tradición pero no podemos olvidar el trabajo que hicieron grandes artistas como Casals o Rostropovich al ser capaces de transmitir su música a toda la humanidad”.

En los últimos años henos visto una creciente presencia de grandes intérpretes procedentes de países orientales, una circunstancia que no ha incrementado el conocimiento de la cultura musical de Oriente en nuestro entorno. “Tenemos una cultura específica y muy diferente de la Europea”, asiente Tsutsumi, “y yo me siento afortunado de ser capaz de conocer e interpretar el repertorio occidental, pero creo que la música oriental no es suficientemente conocida porque no está bien promocionada. Hay que hacer un esfuerzo para enseñar este repertorio en otros países”.

Tras los conciertos ofrecidos en jornadas precedentes, Tsuyoshi Tsutsumi volverá al escenario de la Sala Argenta el próximo viernes para interpretar el bien conocido Trío Dumky de Dvorák.

sábado, julio 10, 2004

PALOMA O'SHEA


“Imagino lo que hubiera supuesto haber tenido en estos tiempos las enseñanzas de Mozart”

El IV Encuentro de Música y Academia prosigue su andadura con la mezcla de espectáculo público y enseñanza privada que preside su esencia. Frente a todo ello una cabeza visible, la de su “inventora” y responsable de que Santander sea la sede de esta experiencia que, cada año, sorprende a propios y extraños: Doña Paloma O’Shea.

Hay voces que hablan de la excelente situación de la música culta en nuestro país, y las hay que apuntan precisamente a iniciativas como la Escuela Superior de Música Reina Sofía como responsable de esa buena salud. “Somos un pilar más”, nos dice Paloma O’Shea. “La música en España está alcanzando una altura en la que dentro de poco seremos líderes del resto de Europa, pero nos gusta considerarnos como un elemento más de todo lo que se está haciendo en su favor”. No cabe la menor duda que las actividades emprendidas desde la Fundación Albéniz que dirige son banderas en su terreno, tanto el Concurso Internacional de Piano, la Escuela Virtual como el Encuentro de Música y Academia. “Realizamos actividades vanguardistas, tanto para Europa como para el resto del mundo. Me gusta ser pionera y ofrecer algo nuevo a mi tierra de adopción”, prosigue Paloma O’Shea. “Nos hemos ocupado de la excelencia sobre todo y esta es una educación muy cara que debe ser asumida por la iniciativa privada ayudada por los fondos públicos”.

“Es importante que haya mecenas al igual que es obligación de los gobiernos difundir y hacer por la cultura. Desde los Medicis, ha habido mecenas, gente que han tenido la sensibilidad de querer refinar al ser humano a través de la cultura”. Una práctica que, en su versión más actual ha llegado a España “más tarde que en los países anglosajones”, según nos cuenta Paloma O’Shea. “Forma parte de todo lo que está sucediendo en los últimos tiempos en nuestro país: los auditorios, las orquestas... Se está tratando de elevar el nivel de la música en todos los sentidos”. La aportación de la E.S.M. Reina Sofía está precisamente en la de ofrecer grandes profesores. “Yo comparaba la situación con lo que sucedió en los juegos olímpicos de Barcelona”, nos revela nuestra entrevistada. “Ganamos muchas medallas porque trajimos a los grandes entrenadores de todo el mundo a preparar a nuestros deportistas. Nuestros alumnos entran en las grandes orquestas en los mejores puestos, algo que difiere bastante de lo que sucedía al principio con las orquestas españolas, en las que casi todos los músicos eran extranjeros”.

En el Encuentro de Santander se ha aplicado una formula similar a la de los prestigiosos cursos de Tanglewood. “Esta es la cuarta edición y los resultados son extraordinarios”, nos dice la directora de la Escuela Superior de Música Reina Sofía, y al hacerlo recuerda los conciertos de música de cámara de algunos de sus alumnos. “Ellos se acordarán toda su vida de haber hecho música junto a sus ídolos”, nos confiesa. Una combinación de grandes profesores y alumnos de primer nivel que permite “presentar conciertos con programas que no se hacen nunca o que se hacen muy poco. Muchos de los conciertos que se ofrecen no habían sonado nunca en Santander. El público no es tonto y cuando se le da algo bueno responde y se da cuenta de la calidad de lo que se le ofrece. No hace falta ser músico para darse cuenta, es cuestión de escuchar y de ofrecerle música buena”.

“El público está educado”, prosigue, “ y yo estoy orgullosa de la captación de nuevos públicos que hacemos desde el Encuentro o desde la Escuela. Este año han pasado 70.000 espectadores por los conciertos de nuestros alumnos, y de ellos la mitad son nuevos públicos”. Parte de captación de estos nuevos públicos corre a cargo de los mecenas. “Los conciertos forman parte de las contrapartidas que obtienen nuestros patrocinadores, además de que las cátedras y las formaciones lleven su nombre. Recuerdo que Enrique Franco bromeaba diciéndome hace tiempo que desconocía que el apellido de Albéniz fuera Prosegur, en alusión al Cuarteto de Cuerda Albéniz de Prosegur”.

La Escuela Virtual de Música es otra de las actividades emprendidas por la Fundación Albéniz y que aparece entrelazada tanto a la Escuela Reina Sofía como al Encuentro de Santander. Se trata de un proyecto que cuenta con el futuro; “cuando llegue la banda ancha, desde cada casa, los alumnos y melómanos en general tendrán acceso a esta Escuela Virtual, a las enseñanzas de los grandes profesores de música”. Al parecer Paloma O’Shea tuvo la idea de poner en marcha un proyecto tan ambicioso como este en uno de sus paseos matutinos. “Había muerto el primer viola de la filarmónica de Israel tras año y medio en la Escuela, después Alfredo Krauss y Menuhin. Me di cuenta de que de todos ellos teníamos su música grabada pero no sus enseñanzas”. Y para paliar esta situación se comenzaron a grabar las clases de los profesores de la Escuela Reina Sofía y a inventariar cuidadosamente el contenido de cada grabación. “Es un proyecto muy costoso pero imagino qué hubiera supuesto haber tenido en estos tiempos las enseñanzas de Mozart”.

Tras los exitosos conciertos de la Orquesta Sinfónica del Encuentro la pasada semana quisimos conocer la opinión de doña Paloma O’Shea sobre la circunstancia de no contar en la comunidad de Cantabria con una formación orquestal estable. “Crear una buena orquesta es algo muy caro. Pero al final todo dependerá de las prioridades que se tengan”. Para O’Shea esta situación se podría solucionar “firmando un convenio con cualquiera de las orquestas que tenemos cerca para que pudieran venir aquí a tocar aquí un numero de veces al año. Sería algo fundamental, pero las cuestiones políticas hacen que no se llegue a lo que de verdad sería bueno”.

Entre los planes de futuro se vislumbra la nueva sede en Santander de la Fundación Albéniz. “Estamos en conversaciones para lograrlo”, nos manifiesta con ilusión Paloma O’Shea. “Están volcados tanto el Ayuntamiento de Santander como el Gobierno de Cantabria y creo que nos lo merecemos ya después de tantos años. Estamos a punto de firmar para comenzar las obras: tenemos el terreno y empezaremos a construir pronto. Entonces podremos hacer muchas más cosas, porque ideas hay muchas”. Al final de nuestra charla Paloma O’Shea nos confiesa que nació “con el amor hacia la música y los jóvenes”, pero en el fondo se dedica a todo esto porque ha dado sentido a su vida. “Y me he divertido mucho también”, concluye.

miércoles, julio 07, 2004

RAINER SCHMIDT

“El objetivo de la música de cámara es entender lo que el compositor quiso expresar” nos dice Rainer Schmidt, profesor de esta disciplina en el Encuentro de Música y Academia.

Tal vez una de las materias de la música práctica más desconocidas para el público sea la de la enseñanza de la música de cámara. Clases en las que un profesor aconseja a un grupo de alumnos la forma en la que tienen que abordar un determinado repertorio. El responsable de esta disciplina vendría a asumir, para que me entiendan, el papel del directo de la orquesta al frente de los músicos para, después, desaparecer y dejar que sean ellos mismo los que decidan el “camino de su música”.

El Encuentro de Música y Academia cuenta, desde el pasado año, con la presencia del violinista alemán Rainer Schmidt como profesor de las clases magistrales de música de cámara. Integrante de agrupaciones prestigiosas como el Cuarteto Hagen o el Trío Ravinia, es también colaborador habitual de la Escuela Superior de Música Reina Sofía.

“Creo realmente que este Encuentro es un lugar fantástico”, nos dice al comenzar nuestra entrevista. “Puede ser el futuro de muchas cosas, tener profesores y alumnos juntos facilita un proceso de enseñanza muy intenso e interesante. Enseñar y al mismo tiempo poder tocar con tus alumnos es algo bueno. Además todo el mundo se siente feliz aquí y muy bien acogido, algo fundamente para un buen trabajo diario”.

De su labor nos dice sentirse “muy feliz” llevándolo a cabo. Una tarea en la que tiene que imbuirse muy “dentro de la música. No es mi responsabilidad fundamente la de ayudar a los alumnos con la aproximación individual a su instrumento”. Una dualidad, la de técnica y mensaje, que para Rainer Schmidt no están claramente marcada. “Hay que encontrar qué es lo que se quiere expresar y después buscar la técnica necesaria para hacerlo posible. Pero nunca la técnica por si sola será capaz de expresar lo que tu quieres contar”.

“Cuando eres intérprete tienes que pensar en el público puesto que estas comunicándoles algo”, nos explica Schmidt. “Pero sigo creyendo que la música es una relación entre compositor e intérprete; únicamente después piensas en la audiencia. Lo primero es entender qué es lo que ha querido comunicar el autor de la obra para poder enseñárselo al público”. Una comunicación que no siempre sucede de una forma ideal: “no se si la música de cámara es difícil; no es atractiva en sí misma sobre todo si la comparamos con el carisma que puede tener un solita o la potencia que despliega una gran orquesta. Pero frecuentemente la música de cámara es la mejor música.”

Tres han sido los cuartetos invitados a participar este año en la IV edición del Encuentro de Música y Academia, procedentes de Hungría, México y Gran Bretaña. “Es cierto que cuando tocas en un cuarteto estas casado con otras tres personas”, nos relata Schmidt. “Es una relación muy intensa por lo que es importante encontrar diferentes personalidades y una buena forma en la que trabajar con ellos. Tener respeto por las personas con las que tocas aunque pienses que están equivocada. No ser vanidoso y entender el sentido de la música, puesto que lo más importante, en el fondo, es el compositor”. Pero los problemas pueden surgir entre los miembros de un grupo. “Esto no pasa en los grupos invitados a participar en el Encuentro”, continúa el profesor alemán. “Son formaciones que ya llevan tiempo trabajando juntos, pero hay ocasiones en las que no hay amistad entre los músicos, no creen en tocar con los otros. Al final todo depende de tener una visión abierta y poder compartir lo aprendido”.

El profesor Schmidt prefiere dar sus clases sin participar como intérprete. “De esta forma mis oídos están más abiertos y puedo apreciar las dinámicas del grupo. Pero cuando enseño hay ocasiones en las que también tengo que tocar. La música es un lenguaje y en ocasiones es la única forma de explicar algo, en lugar de tratar de traducirlo al inglés, al alemán o al español”. Sus clases magistrales se desarrollan desde el pasado jueves hasta el próximo sábado. “No se trata de preparar en una semana a un grupo para que toque una pieza necesariamente mejor, aunque siempre espero que esto suceda. Lo que trato es de preguntarles diferentes cosas. Preguntas sobre la música y sobre ellos mismos. De esta forma la conexión con la propia música se intensifica y entonces obtienen resultados. El objetivo de estas clases es entender lo que el compositor quiso expresar”, nos cuenta. “Pero muchos casi todos los autores que interpretamos están muertos desde hace tiempo, por lo que no se lo podemos preguntar a ellos, pero si a la partitura”.

“Ayer sucedió algo muy interesante”, recuerda Rainer Schmidt. “Un grupo estaba tocando y entonces empecé a lanzarles diversas preguntas: sobre el ritmo, sobre los intervalos, la forma.... y sin decir nada de cómo tenían que interpretar la obra el sonido cambio y se transformaron en un grupo mejor, únicamente planteándose preguntas”.

El próximo miércoles Rainer Schmidt interpretará, junto a algunos de sus alumnos, el Sexteto para cuerdas en La Mayar Op. 48 de Dvorák en un concierto en la Sala Argenta del Palacio de Festivales. Ese será el momento en el que podrán conocer, de la forma más práctica posible, sus intenciones musicales.

lunes, julio 05, 2004

TOM KRAUSE

“El canto es algo natural, simple y muchas veces se complican estas cosas” dice Ton Krause, profesor de Canto del IV Encuentro de Música y Academia de Santander

La maquinaria del Encuentro de Música y Academia de Santander, en su cuarta edición, ya se ha puesto en marcha y, poco a poco, los profesores de las diversas disciplinas van llegando a Santander para impartir su magisterio a un puñado de alumnos “de lujo” seleccionados de las mejores escuelas de música de Europa.

Tom Krause es, desde el curso 2002/03, Profesor Titular de la Cátedra de Canto de la Escuela Superior de Música Reina Sofía, puesto ocupado anteriormente por Alfredo Kraus o Teresa Berganza. Es la primera vez que acude al Encuentro de Santander, pero ya sabía del mismo por algunos de sus alumnos que estuvieron aquí en el verano del 2002. “Me dijeron que fue fantástico para ellos”, recuerda. Sus clases comenzaron el pasado domingo y se prolongarán hasta el día catorce, impartiendo lecciones magistrales a siete jóvenes músicos procedentes de la Escuela Superior de Música Reina Sofía de Madrid y la Royal Academy de Londres.

Sus alumnos habituales en Madrid provienen de diversas partes del mundo, “están muy mezclados”, nos dice, y entre ellos hay dos españoles. Pero hay una cualidad común en todos: “tienen mucho talento. Además”, añade Tom Krause, “el idioma español es muy bueno para cantar, de la misma forma que en el italiano el canto sale naturalmente”.

Su voz, de bajo barítono, es grande y potente, pero su gesto es tranquilo y sus ojos parecen iluminarse cuando nos habla de música. “Es una suerte ser profesor”, nos comenta en un encuentro previo a la primera de sus lecciones del día. “No me tengo que preocupar por mi voz sino por la de mis alumnos”, contesta cuando le preguntamos acerca de la diferencia existente entre su etapa de intérprete y su actual dedicación a la enseñanza. “Las dificultades son diferentes. Cuando te conoces a ti mismo y sabes cómo la música debe de sonar es complejo comunicarlo a los estudiantes, indicarles en que forma han de usar su cuerpo, respirar, relajarse. Cuesta explicarlo de una forma directa”.

Pero a pesar de ello, Krause valora muy positivamente poder “hacer otro tipo de repertorios distintos”, junto a sus alumnos. “No trabajo únicamente el repertorio que desarrollé a lo largo de mi carrera. Yo canté ópera, oratorio o lieder en muchos idiomas: alemán, francés, italiano, ruso, escandinavo... Pero ahora puedo estudiar y comprender roles femeninos como Mimí, Musseta o Lucia di Lammermoor, o las arias de tenor que antes quise cantar pero no pude por mi registro de bajo barítono”. Por otra parte, “cuando eres un solista trabajas por ti mismo, sobre tu voz, cómo ha estado tu actuación... Al trabajar con alumnos el campo es mucho más amplio y bello”.

Todos sus alumnos tienen una gran formación previa. “Es diferente dar clases a alguien que empieza que trabajar con alguien con una buena base”, nos dice el profesor finlandés. “Es bonito enseñar a gente tan buena y poder cantar a un nivel muy alto”, aunque toda cara tiene su cruz, como nos comenta Krause. “Cuando te encuentras un alumno con malos hábitos, con tensiones en la garganta, con cuestiones que tienes que eliminar y que el alumno hace de forma habitual... entonces el trabajo es mucho más duro”. Como ejemplo nos recuerda la anécdota en la que Rubinstein, preguntado por cuanto tiempo necesitaba un pianista para tocar como él, contesto que en tan solo 6 años. ¿Y si el pianista ya ha estudiado antes cuatro años?, replicó el primero. “Entonces serán necesarios doce”, sentenció Arthur Rubinstein.

“Lo ideal para enseñar a cantar”, nos confiesa Krause, “es cuando alguien tiene un talento natural y ningún hábito previo. El canto es algo natural, simple y muchas veces se complican estas cosas. Hay gente que canta bien y cuando empieza a estudiar no resiste el aprendizaje y en dos o tres años no pueden volver a cantar”. La forma en la que este profesor aborda sus clases es bien sencilla. “Trabajo de forma espontánea”, nos dice. “Escucho y después viene la respuesta de una manera natural”. Pero la duración de seminarios tan breves como éste de Santander no le permiten profundizar en algunos aspectos. “Si algún alumno tiene un mal hábito, no se puede corregir en diez días aunque sí indicarle cómo ha de modificarlo. El objetivo es liberar la voz y mostrar la forma en la que el cuerpo funciona de un modo natural”.

Tras el encuentro con la prensa, Ton Krause comienza su clase junto a la soprano argentina Virgina Wagner. La Sala Pereda del Palacio de Festivales se llena del sonido de la respiración forzada de profesor y alumna. Están realizando ejercicios de preparación para el canto. Tras las escalas una pequeña sorpresa, es el 70 cumpleaños de Tom Krause y su alumna le canta un emotivo cumpleaños feliz, sin desplegar la voz, con la reverencia que se tiene a un profesor. Después, el trabajo duro sobre una partitura de Purcell, la rutina de lo extraordinario para hacer posible el milagro de un concierto, de cualquiera de los que este mes de julio, nuevamente, nos trae el Encuentro de Música y Academia.

Las palabras del maestro de canto que estrenara el ‘War Réquiem’ de Britten bajo la batuta de su compositor, que fue dirigido por Karajan, Solti, Bernstein, Ozawa, Abbado, Mehta, Giulini o Maazel están ahora al servicio de sus alumnos. “Si un intérprete es bueno él se encargará de educar al público”, nos dijo al terminar nuestra entrevista. “Será fuerte y convencerá”.